Morten Storm siempre fue un yihadista poco convencional. Danés, pelirrojo y de metro ochenta y cinco de altura, pasó su adolescencia metiéndose en líos con su banda de motoqueros y entrando y saliendo de la cárcel. Hasta que un día leyó un libro sobre Mahoma que lo cautivó y se embarcó en una metamorfosis que lo llevaría a una escuela de yihadistas en Yemen, a llamar a su hijo Osama -en homenaje a Bin Laden- y a convertirse en amigo personal de Anuar al-Aulaki, el rostro más conocido de Al Qaeda en la península arábiga.