Cuando se publicó, La era ochentera definió el funcionamiento de una época, pero también prefiguró la moda que vendría, entregando una colección de coordenadas más o menos exactas desde donde entender dicha reconstitución de escena, sugiriendo con eso la condición circular de la historia, pero también los modos como lo que fue alguna vez una tragedia vuelve como sketch televisivo o un melodrama escrito por Sergio Vodanovic. Para eso, García y Contardo miraron en el pasado y volvieron de ahí con este libro, que es una colección de imágenes contradictorias y paradojas que apelaban a una memoria hecha de abrazos y cuchillos. Esas paradojas están acá, junto con otras cosas. Estas son algunas de las constantes del libro de Macarena y Oscar, a diez años de su publicación original. Anoto algunas. El horror y la furia. La mala música. Los muertos. Los sintetizadores rascas que usaba una banda de San Miguel que iba a tomar por asalto la música chilena. Las acciones de arte de unos cuantos espectros. La telebasura y la censura como estéticas. Los demonios. Las imágenes del desastre. Los colores fluorescentes. El hambre. Las estrategias de sobrevivencia. La soledad de las calles de un país donde el toque de queda era también un estado mental. Álvaro Bisama