En esta novela, la protagonista no sabe si puede continuar con la vida conyugal y familiar. Si es apta, si tiene ganas, si es la vida que desea. Relata, a veces con humor negro, distintos episodios de su historia íntima, lo bello y abrumador que es mantener vivos a los hijos, la relación con su madre, el sexo en el matrimonio, idas a la feria, peleas y reconciliaciones. Días festivos exige y reivindica el descanso de alguien enfrentado a múltiples roles, y celebra la posibilidad de fracasar en las pequeñas y a veces absurdas situaciones cotidianas: «Si un ogro gigante decidiera espiarnos los sábados o los domingos por la mañana, y levantara el techo de nuestro departamento para asomar los ojos, vería a dos niños jugando en el living sentados en el piso con un desastre de juguetes. Vería a un hombre en la cocina preparando el desayuno, y a una mujer en una pieza, escondida en una cama, tapada hasta la cabeza debajo de un plumón».