Una historia palpitante y aterradora con la que Bernard Minier demuestra una vez más su categoría de maestro incontestable del thriller y su destreza para mantener al lector en vilo hasta la última página.
Una noche gélida del Pacífico Norte, zarandeado por la lluvia torrencial y un viento huracanado, un ferri se bambolea a merced del océano embravecido. Ajenos al temporal, dos adolescentes, Henry y Naomi, discuten con saña en cubierta. Al día siguiente, el cadáver de la chica, arrastrado por el fuerte oleaje, aparece atrapado en una red de pesca. Este terrible suceso, que hace estallar la burbuja sobreprotectora en la que se ha criado Henry, provocará un giro radical en su vida y una conmoción sin precedentes en la isla de Glass. Situado frente a la costa de Seattle, accesible solo por barco y envuelto en la bruma durante todo el año, este pequeño enclave es un microcosmos en el que ocurren pocas cosas y todos se conocen, o eso es, al menos, lo que creía Henry, hasta que de pronto se convierte en el principal sospechoso del asesinato de su novia. Totalmente ajeno al hecho de que algunas personas lo vigilan desde hace tiempo y examinan al detalle sus movimientos, el muchacho se vuelca en demostrar su inocencia. En un entorno cada vez más adverso, Henry comienza a investigar la muerte de Naomi con la ayuda de sus amigos más fieles, una lucha contra el reloj que, inevitablemente, lo conduce a sacar a la luz los secretos más inimaginables de los habitantes de la isla. Pasiones encubiertas y obsesiones malignas, acompañadas de las nuevas tecnologías que arrasan entre las generaciones más jóvenes, son los factores medulares de una trama rebosante de tensión y bandazos tan inesperados que hielan la sangre.