Ningún escritor japonés moderno ha sido más idolatrado que Naoya Shiga. «Seibe y las calabazas» es una buena muestra del estilo claro y conciso, en ocasiones lírico, del «dios del cuento japonés». El objetivo de su escritura es evocar la plenitud de la experiencia humana a través del mínimo lenguaje posible para conseguirlo y, a tenor de su fama como cuentista durante el siglo xx, podemos estar seguros de que lo consiguió.