Las constelaciones son un mar visto desde y en el cuerpo en movimiento construyendo un
mapa de su caminar. Con el vigor de un animal tenso en sensualidad, se impregna de humedad
con fluidos internos que no se distinguen del aire, del cerebro, de las formas de vida que no
buscan explicaciones de tiempo ni de distancias. El poema transforma las distancias en ritmo, en
mapa que ocurre después de su propio sonido, en resonancias de otros caminos e
intérpretes. Un responso alucinado de su silencio. No hay descripción posible, sin embargo,
su intento conforma el itinerario, y esa es su posibilidad de resonar. La extraordinaria
Latitud que construye Cázares, que invade y expande, introduce al poema en dimensiones
inhabituales, constreñidas, intensas y extensas, cuya resonancia ejecuta el ritmo de lo
inexpresable. Carlos Cociña