Obra emblemática del espíritu del siglo XVIII, ?La paz perpetua? (1795) se inserta dentro de esa parte hegemónica del pensamiento de la Ilustración para la que el mundo ha de ser una gran república en concordancia con la universalidad del hombre. En este influyente tratado, Immanuel Kant (1724-1804) señala que el orden cosmopolita debe concebirse como un orden de paz. Pero para que el orden internacional se rija por la cooperación ... Ver más
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Obra emblemática del espíritu del siglo XVIII, ?La paz perpetua? (1795) se inserta dentro de esa parte hegemónica del pensamiento de la Ilustración para la que el mundo ha de ser una gran república en concordancia con la universalidad del hombre. En este influyente tratado, Immanuel Kant (1724-1804) señala que el orden cosmopolita debe concebirse como un orden de paz. Pero para que el orden internacional se rija por la cooperación pacífica entre los Estados y no permanezca en el estado de naturaleza o guerra que lo caracteriza, se hace preciso que todos ellos sean repúblicas libres y que establezcan instituciones internacionales de cooperación. Este tratado de Kant mantiene hoy plenamente su actualidad y sigue constituyendo fuente de inspiración para todos aquellos intentos de establecer instituciones transnacionales dirigidas a la protección de la humanidad. Prólogo y traducción de Joaquín Abellán
Obra emblemática del espíritu del siglo XVIII, ?La paz perpetua? (1795) se inserta dentro de esa parte hegemónica del pensamiento de la Ilustración para la que el mundo ha de ser una gran república en concordancia con la universalidad del hombre. En este influyente tratado, Immanuel Kant (1724-1804) señala que el orden cosmopolita debe concebirse como un orden de paz. Pero para que el orden internacional se rija por la cooperación pacífica entre los Estados y no permanezca en el estado de naturaleza o guerra que lo caracteriza, se hace preciso que todos ellos sean repúblicas libres y que establezcan instituciones internacionales de cooperación. Este tratado de Kant mantiene hoy plenamente su actualidad y sigue constituyendo fuente de inspiración para todos aquellos intentos de establecer instituciones transnacionales dirigidas a la protección de la humanidad. Prólogo y traducción de Joaquín Abellán