Parto este libro escribiendo desde la habitación 5314 del piso de cuidados intermedios de una clínica del sector oriente de Santiago. Los días aquí, al menos los días normales, comienzan generalmente con la ducha de las siete de la mañana, mientras cambian mi ropa de cama, aunque, si lo prefiero, puedo dormir hasta un poco más tarde y bañarme después. Escribo esto mientras una enfermera pasa a saludarme y me regala una sonrisa. La habitación de una clínica puede parecer un lugar solitario, pero está lejos de aquello.