El corazón, según certera aclaración de Hölderlin, es el órgano que permanentemente hace fluir y refluir, desencontrarse y reencontrarse en asimilaciones y emisiones, en apropiaciones y enajenaciones, esas corrientes de vida que son los flujos sanguíneos canalizados por arterias y venas. Ya en terminología de Heidegger, el corazón sería una metáfora de esa intersección de cercanía y lejanía en la que temporalmente se hacen consonar las disonancias para hacerlas amables: el mundo como una confluencia habitable, pero que constantemente hay que estar construyendo, del sepultador cerramiento de la tierra y la inhóspita apertura del cielo. Si Ser y tiempo, la primera obra capital de Heidegger, se suele leer como un redescubrimiento del mundo y de la vida pensados del hombre, en este ensayo Byung-Chul Han relee al filósofo alemán en todas sus etapas como la reivindicación de un mundo cordial. En este canto a la afabilidad, Han pone a Heidegger en fecundo diálogo con la tradición filosófica alemana, la fenomenología francesa y la literatura contemporánea.