Cybertlön de Luis Sagasti, es un texto que se resiste a una categorización desde el punto de vista genérico, al ser libre, fluctuante, rizomático, lleno de cruces entre la alta y baja cultura (la llamada cultura pop), en consonancia con su inquieta y movediza obra. Este se sitúa al mismo tiempo entre la ficción especulativa y el ensayo, entre el relato autobiográfico y la reflexión estética.
La obra se compone de tres entrañables escritos interrelacionados (“El aleph de infantes”, “Trenes” y “Computadoras”), desde la infancia del autor hasta los tiempos presentes, que exploran cómo el abrumador, caótico y democrático acceso a la información que proporciona Internet modifica nuestra percepción de la realidad, así como también las distintas manifestaciones artísticas. Las personas son entonces “cyberflâneurs”, paseantes que deambulan por los laberintos de la web sin rumbo ni objetivo, receptivas a todas las vicisitudes que le salen al paso, reflexionándose sobre los restos de esta experiencia y las implicancias que surgen por la inmersión en este contemporáneo “Aleph”.
Pero el niño Sagasti, como lo vemos en el primero de estos textos, aprende a navegar mucho antes por medio de un objeto que prefiguró lo anterior: Lo sé todo, la enciclopedia infantil de Larousse de fines de los años 60 que prometía, a través de sus doce tomos, acceder a la suma del saber universal, tal como la vieja enciclopedia de Tlön del cuento de Borges: imágenes que, como las vueltas de un carrusel, se sucedían sin seguir ningún orden temático ni alfabético. Esta posibilidad de saberlo todo de súbito sin causalidad lógica o narrativa, que décadas después plasmaría radicalmente la web y su mundo virtual, abre incontables oportunidades, pero también desintegra y reemplaza progresivamente a la realidad circundante (el propósito de la imaginaria sociedad secreta Orbis Tertius), además de anular el tiempo que queda detenido “en medio de lo fugitivo y lo infinito”.