Los textos de este libro podrían corresponder a los documentos disgregados de una familia extinta.
No lo sabemos bien, no obstante entendemos que hubo alguna vez, en alguna parte, una intimidad
infantil y un asedio externo, una circunstancia hostil en los bosques y en los caminos, algo más
remoto y menos documentado que las invasiones de los bárbaros, un registro difuminado por
infinitos procesos de copiado. Lo que a uno se le presenta son series de escenas unidas por
transferencia simbólica, como la de la cubeta que sube del subterráneo con huevos y baja con los
secretos de las niñas, como la de la explosión y luego la radio llena de silencio. En ese sentido hay
una relación con las simultaneidades de Il Bosco. En otro, en el lenguaje neutro para una
experiencia ominosa, hay una relación con Lobos y ovejas, de Manuel Silva Acevedo. Todo es
psíquico en la porción del mundo iluminada en este libro de Victoria Donoso, y como tal pareciera
que su dinámica es la de la condensación: vínculos humanos, ritos, paisajes, supersticiones y
oscuridades de la representación mental aparecen en planos sucesivos. Es un libro extraño en el
mejor sentido posible, o sea, como poesía real que excede en sus alcances al yo que la suscribe.