Un Brasil que se devora a sí mismo: vanguardia regional de una forma de gobernar que -regida por la lógica pura y dura de la valorización del capital- en lugar de aplazar la crisis, la promueve y la acelera. La política progresista de contención de esta crisis estructural que atraviesa la reproducción de la vida en las sociedades latinoamericanas se reveló impotente para revertir una dinámica de desocialización autofágica que la antecede y envuelve. Pero la lógica antisistema que tan bien encarna Bolsonaro -haciendo converger paramilitares, fuerzas de seguridad, cristianismo conservador y fake news- amenaza permanentemente con autonomizarse y dejar de ser funcional a la elite brasileña. Es esta tensión la que vuelve a poner a Lula en el centro de la escena, ya sin expectativas transformadoras, sino como salvador ante la barbarie.